16 de agosto de 2007

Violencia sin fin

Por: Daniel Piscicelli

A través de los años la política y el deporte se han ido articulando y necesitando uno al otro para poder subsistir. Son muchos los casos en los que gobiernos nacionales utilizaron a la actividad deportiva para sacar de focos graves problemas institucionales que sucedían.

Hoy en día, el caso más representativo, con referencia a esta relación, tiene que ver con la violencia en el fútbol y la falta de criterio y decisión política que hay para tratar de erradicar un tema que poco a poco está degradando la actividad deportiva más popular de la Argentina.

Los hinchas fanáticos y a los que ni siquiera les interesa el deporte se preguntan día tras día como es posible que gente con antecedentes, que está identificada por las fuerzas de seguridad y que hasta el más desentendido en el tema conoce, nunca haya sido atrapada y goce de inmunidad judicial.

El tema es muy sencillo: al ser utilizados políticamente por intendentes, gobernadores, concejales y hasta presidentes de la nación, como punteros y señuelos en las villas, militantes de partidos y hasta como guardaespaldas, estos personajes nefastos nunca recaen en la justicia, y cuando esporádicamente son arrestados y están prestos a ser juzgados son automáticamente absueltos gracias a contactos con las altas esferas del poder.

Además la ausencia y la poca preocupación de los últimos gobiernos de la Argentina ha ido legitimando cada vez más a estos grupos minúsculos, que con poder y autonomía se fueron convirtiendo en los dueños dentro de los estadios..

Por eso cuando comparan esta situación de crisis social en el fútbol argentino, con lo sucedido en Inglaterra en la década del ‘70, con los grupos violentos y xenófobos, llamados Hoolligans, es un grave error. ¿Por qué?

Muy fácil; los grupos ingleses que causaban destrozos y mataban gente en el marco de un partido de fútbol eran identificadas y posteriormente arrestadas. Hasta aquí es el mismo procedimiento que se realiza en Argentina. Pero claro, la gran diferencia entre el primer mundo y un país subdesarrollado radica en que cuando el sector político inglés tuvo que ponerse la situación al hombro, lo hizo y pudo solucionarla porque ninguno de esos grupos tenía relación con personas de ese ámbito.

Si!! Ahí está la gran diferencia existencial. Los barras y algunos dirigentes de fútbol y de la política generan una cadena en la que siempre se tocan intereses y con la que nadie se atreve a lidiar, ni siquiera la justicia. Por eso esta situación de incertidumbre y de inseguridad no va a terminar hasta que haya una fuerte decisión de cambio y compromiso en la política, en la sociedad y en el deporte de la República Argentina.

1 comentario:

Siempre al Frente dijo...

che que pasa que leo blanco no escribe más?
lo echaste de la página ruso?
saludossssssssss
vamo lavagnaaaaaa jajaja